La Bottega di Nonna Betta

La Bottega di Nonna Betta

Descripción

Todo empezó cuando en los años Setenta una mamá se hacía acortar o alargar las faldas, según la temporada, para estar de moda. 

De esta manera Elisabetta Vedovi, aunque todavía no lo sabía, estaba educando a sus hijas al sentido de la belleza. 

“La belleza se aprende por ósmosis” nos dice Sabrina Tosini, la hija que hoy maneja la tienda de ropa “La Bottega di Nonna Betta” en via Colleoni en Città Alta, que hemos encontrado en compañía del Distretto Urbano del Commercio.

“Ella has sido una madre extraordinaria, y hubiera sido una abuela extraordinaria también” nos confiesa. 

Elisabetta nunca llegò a conocer a sus nietos, sin embargo, con el nacimiento de la tienda en 2004, es como si fuera la abuela (“nonna” en italiano) de todos. 

Al principio “Nonna Betta” realizaba pocas prendas de medida y recibía clientes solamente por cita previa. Sabrina, después de graduarse en Lenguas Extranjeras, se encontró en el mundo de la moda por casualidad, primero empujada por su hermana Patrizia (con la cual había abierto la tienda), y luego a solas. 

He construido una profesión que me gustara” dice orgullosamente y añade “Hoy la abuela Betta soy yo”. 

De hecho, Sabrina es la que diseña y refina cada prenda, realizada artesanalmente por tejedoras bergamascas expertas, con hilos de alta calidad Loro Piana, como el cashmere, la seda y el hilo. Lo que destaca en este pequeño taller no es solamente el alta calidad de los materiales y la producción local, sino el contacto directo con el cliente, la personalización de los artículos, la satisfacción de quien compra, elementos imprescindibles de esta profesión. 

“Hace falta mucha pasión, hace falta mucho amor”. 

La pasión y el amor por los géneros de punto brillan en los ojos de Sabrina, que habla sobre sus prenda como si hablara de sus hijos, de los cuales realiza manualmente cada etiqueta (que lleva escrito “creado con amor”); que prepara el colorido escaparate que llama la atención de todos. 

Detrás de su trabajo hay un nivel altísimo de atención a los detalles, un cuidado materno, un sentido estético innato. 

 “Claro, se dice que no es bonito lo que es hermoso, pero es hermoso lo que gusta” admite. “Pero el Bello existe”. 

Este lugar está lleno de belleza. Ahora “La Bottega” es una verdadera tienda: los clientes pueden entrar para echar un vistazo o para pedir un consejo o también para que Sabrina arregle una prenda. Además, hay otros que vienen con sus “manta de seguridad”, la prenda preferida, ya demasiado pequeña o demasiado gastada, esperando volver a ponérsela con la ayuda de Nonna Betta. Sabrina atiende a todos con compromiso y con discreccion, lejos de esa actitud demasiado insistente de ciertos vendedores de las grandes cadenas de ropa. 

“Nunca insisto en que un cliente compre. Prefiero que salga sin comprar pero con las ganas de regresar. No me gusta que gasten dinero por algo que no les convence.” 

Parece que esta sea una estrategia ganadora y lo demuestran los clientes fijos, los que entran para pedir el catálogo de los nuevos modelos, o los que llegan desde Suiza, Alemania, América, Australia, y que después de descubrir “Nonna Betta” se hacen enviar habitualmente las novedades más recientes. O bien, los que envían a Sabina las fotografías sacadas en la tienda, que confían en ella para saber cuales son los colores que están de moda. 

Justo mientras estamos hablando, más de una vez alguien se asoma a la puerta para saludar. Alguien quiere probar una falda para una ocasión especial, otros compran unos pendientes (artesanales y hechos en Italia), otros preguntan si hay algo nuevo “que le pueda gustar” - porque Sabrina sabe exactamente lo que te puede gustar. 

“Incluso hay gente que pasa por la tienda en la hora del aperitivo solamente para charlar” nos dice riendo. 

Dentro de unos años Sabrina sueña con dejar la tienda a sus dos hijas, “así que yo me voy al laboratorio a trabajar. Si estuviera viva, mi madre también estuviera aquí, no cabe duda”. 

Antes de saludarla, le hacemos la pregunta que hemos estado a punto de hacer durante toda la entrevista: ¿cómo se limpia el cashmere? 

En la lavadora, programa lana, poquisimo detergente y ni una gota de suavizante. 

Se ha resuelto el misterio: gracias, Nonna Betta.

 


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Todo empezó cuando en los años Setenta una mamá se hacía acortar o alargar las faldas, según la temporada, para estar de moda. 

De esta manera Elisabetta Vedovi, aunque todavía no lo sabía, estaba educando a sus hijas al sentido de la belleza. 

“La belleza se aprende por ósmosis” nos dice Sabrina Tosini, la hija que hoy maneja la tienda de ropa “La Bottega di Nonna Betta” en via Colleoni en Città Alta, que hemos encontrado en compañía del Distretto Urbano del Commercio.

“Ella has sido una madre extraordinaria, y hubiera sido una abuela extraordinaria también” nos confiesa. 

Elisabetta nunca llegò a conocer a sus nietos, sin embargo, con el nacimiento de la tienda en 2004, es como si fuera la abuela (“nonna” en italiano) de todos. 

Al principio “Nonna Betta” realizaba pocas prendas de medida y recibía clientes solamente por cita previa. Sabrina, después de graduarse en Lenguas Extranjeras, se encontró en el mundo de la moda por casualidad, primero empujada por su hermana Patrizia (con la cual había abierto la tienda), y luego a solas. 

He construido una profesión que me gustara” dice orgullosamente y añade “Hoy la abuela Betta soy yo”. 

De hecho, Sabrina es la que diseña y refina cada prenda, realizada artesanalmente por tejedoras bergamascas expertas, con hilos de alta calidad Loro Piana, como el cashmere, la seda y el hilo. Lo que destaca en este pequeño taller no es solamente el alta calidad de los materiales y la producción local, sino el contacto directo con el cliente, la personalización de los artículos, la satisfacción de quien compra, elementos imprescindibles de esta profesión. 

“Hace falta mucha pasión, hace falta mucho amor”. 

La pasión y el amor por los géneros de punto brillan en los ojos de Sabrina, que habla sobre sus prenda como si hablara de sus hijos, de los cuales realiza manualmente cada etiqueta (que lleva escrito “creado con amor”); que prepara el colorido escaparate que llama la atención de todos. 

Detrás de su trabajo hay un nivel altísimo de atención a los detalles, un cuidado materno, un sentido estético innato. 

 “Claro, se dice que no es bonito lo que es hermoso, pero es hermoso lo que gusta” admite. “Pero el Bello existe”. 

Este lugar está lleno de belleza. Ahora “La Bottega” es una verdadera tienda: los clientes pueden entrar para echar un vistazo o para pedir un consejo o también para que Sabrina arregle una prenda. Además, hay otros que vienen con sus “manta de seguridad”, la prenda preferida, ya demasiado pequeña o demasiado gastada, esperando volver a ponérsela con la ayuda de Nonna Betta. Sabrina atiende a todos con compromiso y con discreccion, lejos de esa actitud demasiado insistente de ciertos vendedores de las grandes cadenas de ropa. 

“Nunca insisto en que un cliente compre. Prefiero que salga sin comprar pero con las ganas de regresar. No me gusta que gasten dinero por algo que no les convence.” 

Parece que esta sea una estrategia ganadora y lo demuestran los clientes fijos, los que entran para pedir el catálogo de los nuevos modelos, o los que llegan desde Suiza, Alemania, América, Australia, y que después de descubrir “Nonna Betta” se hacen enviar habitualmente las novedades más recientes. O bien, los que envían a Sabina las fotografías sacadas en la tienda, que confían en ella para saber cuales son los colores que están de moda. 

Justo mientras estamos hablando, más de una vez alguien se asoma a la puerta para saludar. Alguien quiere probar una falda para una ocasión especial, otros compran unos pendientes (artesanales y hechos en Italia), otros preguntan si hay algo nuevo “que le pueda gustar” - porque Sabrina sabe exactamente lo que te puede gustar. 

“Incluso hay gente que pasa por la tienda en la hora del aperitivo solamente para charlar” nos dice riendo. 

Dentro de unos años Sabrina sueña con dejar la tienda a sus dos hijas, “así que yo me voy al laboratorio a trabajar. Si estuviera viva, mi madre también estuviera aquí, no cabe duda”. 

Antes de saludarla, le hacemos la pregunta que hemos estado a punto de hacer durante toda la entrevista: ¿cómo se limpia el cashmere? 

En la lavadora, programa lana, poquisimo detergente y ni una gota de suavizante. 

Se ha resuelto el misterio: gracias, Nonna Betta.