Il Pastificio del Borgo

Il Pastificio del Borgo

Descripción

Cruzando la calle dónde se sitúa el quiosco de periódicos de Borgo Palazzo, se percibe inmediatamente un perfume intenso e inusual: es el pesto genovés de Andrea Caprile, nacido en 1974. 

En compañía del  Distretto Urbano del Commercio, encontramos a Andrea para conocer la historia de su negocio.

De un aparejador de Liguria, crecido en Martinengo (Bérgamo) y enamorado del mar y de sus raíces, hace ya veinte y tres años nació la tienda de pastas alimenticias frescas “Il Pastificio del Borgo”, que propone pasta fresca cada día y salsas y condimentos frutos de las contaminaciones entre tres tierras, como poco: Liguria, Emilia y Bérgamo, la tierra de Andrea, nacido en Genoa y crecido en el territorio bergamasco. 

El primero que entendió que los tiempos estaban cambiando, que el boom económico de los años Cincuenta estaba llevando a una forma nueva de hacer compras y que las mujeres empezaban a tener cada vez menos tiempo para cocinar, fue el abuelo Giacomo, inspirado seguramente por el crecimiento de la pastilla STAR - “Una verdadera revolución de esa época”. 

En el mes de noviembre de 1959 los abuelos de Andrea abrieron en Sestri Levante su tienda “Pastificio Moderno” y fueron entre los primeros que pusieron a la venta la “comida casera”. 

“En aquellos años, Sestri era una ciudad muy cerrada, donde solamente se trabajaba, y comprar pasta ya elaborada era motivo de vergüenza. Las mujeres que entraban en la tienda envolvían los paquetes de pasta fresca en los periódicos. Compraban en la tienda por comodidad, pero escondian sus compras”. Lo mismo que pasó algunos años después con las bolsas de comidas congeladas. 

En esos años de “movida artesanal”, por un lado Giacomo intuyo’ una necesidad nueva, por el otro aprovechó’ el amplio jardín que rodeaba la vivienda de familia frente al mar. Desde esa tierra cultivada llegaban todos los productos frescos y locales con los cuales se elaboraban los rellenos y los condimentos. 

Cuando el abuelo falleció de repente en 1976, se vendió el negocio y ya nadie se dedicó a la pasta fresca. Andrea conocerá a su abuelo solamente a través de los cuentos de quien le conoció y sobre todo en los gestos de maestro de la pasta que aprendió en la edad adulta. 

En la pequeña tienda con taller expuesto en Borgo Palazzo, Andrea nos cuenta la historia de su familia, enseñándonos las numerosas imágenes en las paredes. 

El mar siempre es el protagonista: en las fotografías de la larga playa de Sestri Levante y aún más en los recuerdos más preciosos de Andrea. 

En la web de la tienda de pasta fresca se lee: “Actualmente a la cabeza de ‘Il Pastificio del Borgo’ (genoveses y excelentes marineros) papà Valter y Andrea”, es decir: la pasta fresca está aún más rica cuando llevas un poquito de mar en tus ojos y en tus manos. 

El aroma del mar te queda dentro y se hace una auténtica herencia: el padre de Andrea, Valter, ha sido durante mucho tiempo navegante en los petroleros y él, crecido en Bérgamo, cuando puede vuelve al mara para disfrutarlo, pescando y nadando hasta que las yemas de los dedos se hacen arrugadas.  

Al terminar el instituto por aparejadores, Andrea, empujado por su sentido del deber, pide a su padre que volviera a las orígenes y que aprendiera el oficio de su abuelo. 

El padre confió en él y después de un periodo de aprendizaje en ciertos familiares en Rapallo, decidieron montar juntos el negocio en Bérgamo. 

Aparte de esto, el aporte de mamá Rosa Maria, de Piacenza, y de sus especialidades de la comida de Emilia-Romagna fue esencial para la actividad. 

Andrea cuenta con la decisión de su tierra de adopción, Bérgamo, le ha enseñado: “La gente de Liguria está un poco perezosa”, comenta con una sonrisa. 

Por parte de la gente de Liguria, dice, aprendió la cultura de la mesa, la pasión por la comida, pero también por las contaminaciones gastronómicas: en su tienda de pasta fresca vas a encontrar los “pansotti” con gambas y salmón, los tradicionales casoncelli de Bérgamo o las lasañas con ragout “bolognese” (“a veces la gente piensa que se trata de dos recetas distintas”) y podéis pedir incluso el pesto sin ajo: hará una mueca interior de disensión, pero os va a servirlo con amabilidad. 

 


Continuar

Cruzando la calle dónde se sitúa el quiosco de periódicos de Borgo Palazzo, se percibe inmediatamente un perfume intenso e inusual: es el pesto genovés de Andrea Caprile, nacido en 1974. 

En compañía del  Distretto Urbano del Commercio, encontramos a Andrea para conocer la historia de su negocio.

De un aparejador de Liguria, crecido en Martinengo (Bérgamo) y enamorado del mar y de sus raíces, hace ya veinte y tres años nació la tienda de pastas alimenticias frescas “Il Pastificio del Borgo”, que propone pasta fresca cada día y salsas y condimentos frutos de las contaminaciones entre tres tierras, como poco: Liguria, Emilia y Bérgamo, la tierra de Andrea, nacido en Genoa y crecido en el territorio bergamasco. 

El primero que entendió que los tiempos estaban cambiando, que el boom económico de los años Cincuenta estaba llevando a una forma nueva de hacer compras y que las mujeres empezaban a tener cada vez menos tiempo para cocinar, fue el abuelo Giacomo, inspirado seguramente por el crecimiento de la pastilla STAR - “Una verdadera revolución de esa época”. 

En el mes de noviembre de 1959 los abuelos de Andrea abrieron en Sestri Levante su tienda “Pastificio Moderno” y fueron entre los primeros que pusieron a la venta la “comida casera”. 

“En aquellos años, Sestri era una ciudad muy cerrada, donde solamente se trabajaba, y comprar pasta ya elaborada era motivo de vergüenza. Las mujeres que entraban en la tienda envolvían los paquetes de pasta fresca en los periódicos. Compraban en la tienda por comodidad, pero escondian sus compras”. Lo mismo que pasó algunos años después con las bolsas de comidas congeladas. 

En esos años de “movida artesanal”, por un lado Giacomo intuyo’ una necesidad nueva, por el otro aprovechó’ el amplio jardín que rodeaba la vivienda de familia frente al mar. Desde esa tierra cultivada llegaban todos los productos frescos y locales con los cuales se elaboraban los rellenos y los condimentos. 

Cuando el abuelo falleció de repente en 1976, se vendió el negocio y ya nadie se dedicó a la pasta fresca. Andrea conocerá a su abuelo solamente a través de los cuentos de quien le conoció y sobre todo en los gestos de maestro de la pasta que aprendió en la edad adulta. 

En la pequeña tienda con taller expuesto en Borgo Palazzo, Andrea nos cuenta la historia de su familia, enseñándonos las numerosas imágenes en las paredes. 

El mar siempre es el protagonista: en las fotografías de la larga playa de Sestri Levante y aún más en los recuerdos más preciosos de Andrea. 

En la web de la tienda de pasta fresca se lee: “Actualmente a la cabeza de ‘Il Pastificio del Borgo’ (genoveses y excelentes marineros) papà Valter y Andrea”, es decir: la pasta fresca está aún más rica cuando llevas un poquito de mar en tus ojos y en tus manos. 

El aroma del mar te queda dentro y se hace una auténtica herencia: el padre de Andrea, Valter, ha sido durante mucho tiempo navegante en los petroleros y él, crecido en Bérgamo, cuando puede vuelve al mara para disfrutarlo, pescando y nadando hasta que las yemas de los dedos se hacen arrugadas.  

Al terminar el instituto por aparejadores, Andrea, empujado por su sentido del deber, pide a su padre que volviera a las orígenes y que aprendiera el oficio de su abuelo. 

El padre confió en él y después de un periodo de aprendizaje en ciertos familiares en Rapallo, decidieron montar juntos el negocio en Bérgamo. 

Aparte de esto, el aporte de mamá Rosa Maria, de Piacenza, y de sus especialidades de la comida de Emilia-Romagna fue esencial para la actividad. 

Andrea cuenta con la decisión de su tierra de adopción, Bérgamo, le ha enseñado: “La gente de Liguria está un poco perezosa”, comenta con una sonrisa. 

Por parte de la gente de Liguria, dice, aprendió la cultura de la mesa, la pasión por la comida, pero también por las contaminaciones gastronómicas: en su tienda de pasta fresca vas a encontrar los “pansotti” con gambas y salmón, los tradicionales casoncelli de Bérgamo o las lasañas con ragout “bolognese” (“a veces la gente piensa que se trata de dos recetas distintas”) y podéis pedir incluso el pesto sin ajo: hará una mueca interior de disensión, pero os va a servirlo con amabilidad.