Dance House

Dance House

Descripción

Érase una vez una chica enamorada de la danza. Antonella Boggi tenía algo muy claro, pese a su espíritu “volátil”, y ya sabía desde muy pequeña que su físico no le hubiera permitido bailar en los teatros del mundo. Por esto canalizó toda su energía y determinación para convertirse en una buena enseñante de danza clásica. A los diez y ocho años ya había empezado a trabajar para conseguirlo. 

Su hermano mayor Roberto (de 1963) la miraba creciendo con admiración y con consternación a la vez: él estaba buscándose, recorriendo varios camino.  Después de la escuela de contabilidad se matriculó’ en Derecho - “igual que todos los que no sabían realmente qué hacer” - y luego empezó el trabajo comunitario durante veinte meses en la Biblioteca Tiraboschi. Posteriormente, hizo la práctica en la Cámara de Comercio, por fin se graduó como Gráfico en el Istituto Europeo di Design. 

Siempre había respirado el arte en su casa. Antes que su hermana, fue su padre él que les contagió a los dos: Lorenzo Boggi era y sigue siendo un pintor y un artista que - sobre todo en los Setenta - se dedicó’ con su Studio 2B en la promoción del arte visual (y no solo eso: incluso pop art, música, electrónica y poesía). Roberto nos enseña con orgullo un pequeño catálogo del padre, con luminosas y brillantes pinturas de Città Alta. 

Sin embargo, durante un buen rato trato’ de sugerir a su hijo la carrera tranquilizadora en el banco, pero Roberto quiso entrar en una agencia de publicidad, dejando el trabajo seis meses después.  

Su padre le había dicho: “Hagas lo que hagas, pero haz algo”. Interpreto’ ese “algo” cómo “todo lo que puedes”: de allí que atendió con pasión un curso de teatro, aprendió a caminar en zancas, salió de gira. participó en un curso sobre los cristales y más, hasta que llegó su primer hijo. 

“Siempre quise abrir un local, un disco-bar, y un día Antonella me dijo que le habían propuesto abrir una actividad comercial en el mundo de la danza. Le propuso que lo hiciéramos juntos”. 

De esta forma, en 1996 inauguraron su “Dance House”, una tienda especializada en artículos de danza - sobre todo clásica - que dentro de poco tiempo se convirtió en un punto de referencia por todos los jóvenes bailarines bergamascos. 

“Como siempre, la que empezó fue Antonella, y sigue haciéndolo proponiendo ideas y nuevas rutas. Ella es la más reactiva”. Y ella añade: “En cambio, Robi tiene los pies en el suelo”. 

Hay entendimiento y armonía entre los dos; confían uno en el otro y saben que uno empieza donde termina la otra. 

Decidieron quedarse en el Borgo d’Oro, el lugar de su juventud, donde han construido amistades y que sigue conservando “una energía especial” de la cual no quieren separarse, sobre todo Roberto. 

 Durante los años, los dos hermanos manejaron órdenes por correspondencia y se inventaron el Temporary Dance Shop, una tienda itinerante que se desplaza con los stages de baile más importantes, pero el Borgo sigue siendo su hogar.  

Antonella tiene tres hijos, Roberto dos, y durante los últimos años ambos han entendido cuánto vale el tiempo dedicado a la familia en la vida. 

Por esto, ahora Mattia les ayuda en la tienda, “un chico serio y tranquilo, con mucha paciencia”, que les permite descansar y disfrutar sus familias un poco más. 

El tiempo libre Roberto lo pasa también almorzando en el restaurante Tijuana con algún amigo y con Donato, comerciante en una tienda a poca distancia. 

Entre puntas y zancas, Antonella y Roberto siguen bailando.  

 


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Érase una vez una chica enamorada de la danza. Antonella Boggi tenía algo muy claro, pese a su espíritu “volátil”, y ya sabía desde muy pequeña que su físico no le hubiera permitido bailar en los teatros del mundo. Por esto canalizó toda su energía y determinación para convertirse en una buena enseñante de danza clásica. A los diez y ocho años ya había empezado a trabajar para conseguirlo. 

Su hermano mayor Roberto (de 1963) la miraba creciendo con admiración y con consternación a la vez: él estaba buscándose, recorriendo varios camino.  Después de la escuela de contabilidad se matriculó’ en Derecho - “igual que todos los que no sabían realmente qué hacer” - y luego empezó el trabajo comunitario durante veinte meses en la Biblioteca Tiraboschi. Posteriormente, hizo la práctica en la Cámara de Comercio, por fin se graduó como Gráfico en el Istituto Europeo di Design. 

Siempre había respirado el arte en su casa. Antes que su hermana, fue su padre él que les contagió a los dos: Lorenzo Boggi era y sigue siendo un pintor y un artista que - sobre todo en los Setenta - se dedicó’ con su Studio 2B en la promoción del arte visual (y no solo eso: incluso pop art, música, electrónica y poesía). Roberto nos enseña con orgullo un pequeño catálogo del padre, con luminosas y brillantes pinturas de Città Alta. 

Sin embargo, durante un buen rato trato’ de sugerir a su hijo la carrera tranquilizadora en el banco, pero Roberto quiso entrar en una agencia de publicidad, dejando el trabajo seis meses después.  

Su padre le había dicho: “Hagas lo que hagas, pero haz algo”. Interpreto’ ese “algo” cómo “todo lo que puedes”: de allí que atendió con pasión un curso de teatro, aprendió a caminar en zancas, salió de gira. participó en un curso sobre los cristales y más, hasta que llegó su primer hijo. 

“Siempre quise abrir un local, un disco-bar, y un día Antonella me dijo que le habían propuesto abrir una actividad comercial en el mundo de la danza. Le propuso que lo hiciéramos juntos”. 

De esta forma, en 1996 inauguraron su “Dance House”, una tienda especializada en artículos de danza - sobre todo clásica - que dentro de poco tiempo se convirtió en un punto de referencia por todos los jóvenes bailarines bergamascos. 

“Como siempre, la que empezó fue Antonella, y sigue haciéndolo proponiendo ideas y nuevas rutas. Ella es la más reactiva”. Y ella añade: “En cambio, Robi tiene los pies en el suelo”. 

Hay entendimiento y armonía entre los dos; confían uno en el otro y saben que uno empieza donde termina la otra. 

Decidieron quedarse en el Borgo d’Oro, el lugar de su juventud, donde han construido amistades y que sigue conservando “una energía especial” de la cual no quieren separarse, sobre todo Roberto. 

 Durante los años, los dos hermanos manejaron órdenes por correspondencia y se inventaron el Temporary Dance Shop, una tienda itinerante que se desplaza con los stages de baile más importantes, pero el Borgo sigue siendo su hogar.  

Antonella tiene tres hijos, Roberto dos, y durante los últimos años ambos han entendido cuánto vale el tiempo dedicado a la familia en la vida. 

Por esto, ahora Mattia les ayuda en la tienda, “un chico serio y tranquilo, con mucha paciencia”, que les permite descansar y disfrutar sus familias un poco más. 

El tiempo libre Roberto lo pasa también almorzando en el restaurante Tijuana con algún amigo y con Donato, comerciante en una tienda a poca distancia. 

Entre puntas y zancas, Antonella y Roberto siguen bailando.