Ristorante pizzeria Vesuvio

Ristorante pizzeria Vesuvio

Descripción

“¡Por favor, deténgase un rato! Vamos a preparar espaguetis ajo y aceite”. 

En compañía del Distretto Urbano del Commercio encontramos a Salvatore y Teresa Ferrara, los amos del Restaurante Pizzeria Vesuvio, un local histórico fundado hace casi cincuenta años en el Borgo d’Oro de Bérgamo.  

Dos horas después de palabras, cuentos y recetas, lo mejor ha pasado frente a un plato de espaguetis de sabor genuino.  

La mesa es el lugar donde Salvatore se encuentra más a gusto: aquí su cuento se hace más intenso y más personal. Habla despacio y con garbo, escucha con atención y sonríe solamente con la mirada, mientras que su vivaz mujer Teresa, llevando un precioso vestido amarillo, sigue trabajando acercándose de vez en cuando para comprobar que todo esté bien y haciendo algún chiste. 

El restaurante abrió en 1970 por la propuesta del padre Giovanni y con el empuje fundamental de la madre Filomena. “Solo quiero comprarme una casa bonita”. Este era su deseo, para ella y para sus seis hijos. 

Se marcharon de Tramonti - pueblo de la Cuesta de Amalfi en provincia de Salerno - para mudarse a Bérgamo y montar un nuevo negocio, sin ninguna experiencia, solamente con la seguridad de poder confiar en el trabajo de sus hijos. 

Al preguntarles qué pensaban de eso, Teresa sonríe y nos contesta: “Nos rendimos”. Rendirse, en su manera de ver las cosas, conlleva un salto de fe extraordinario e instintivo hacia la vida.  

Desde el primer día en Bérgamo queda claro que la señora Filomena es la verdadera empresaria de la familia. Salvatore añade: “Sin embargo papá siempre estaba presente y su mirada bastaba con hacernos respetar las reglas”. 

Todos los acontecimientos de su vida han tenido lugar en el restaurante: aquí prendieron con sus errores, conocieron sus compañeros de vida, porque - en las palabras de Teresa - “en el Vesuvio uno se compromete a domicilio”. 

El restaurante Vesuvio propone sobre todo una comida mediterránea con recetas de pescado y tradicionales. Y la pizza napolitana, por supuesto. De hecho, los pizzeros de Tramonti la exportaron al norte de Italia después de los años cincuenta, emigrando en masa para encontrar su fortuna. 

En Tramonti la tradición de la pizza es muy remota y está relacionada con la producción del pan en los hornos domésticos. Con la misma masa, elaborada originariamente con harina de cereales, se preparaba una especie de bizcocho. 

Posteriormente se empezó a sazonarla con tomate, orégano y anchoas para comerla en la panadería, bien caliente. 

Alfoso, hermano de Salvador, Teresa y Luigia (ella también trabaja en el restaurante), ha dedicado la mayoría de su vida en la elaboración del pan, que sigue preparando cada día en el restaurante. Teresa comenta: “Al comienzo utilizaba una caja del agua como escalón, porque no llegaba a la altura del banco”. 

Salvatore nos explica que la primera innovación en Bérgamo fue reemplazar la mantequilla con el aceite de oliva, y que hoy lo más destacado y típico del restaurante es el uso de materias primas de altísima calidad, elaboradas según las recetas tradicionales.  

Sin embargo, los ingredientes mágicos pertenecen al mundo del corazón: “Todos trabajamos intensamente, con amor, con respeto y amabilidad. Si te portas bien, se te perdona todo”. 

“Tenemos dependientes de distintos países y culturas, a todos pedimos ser puntuales y respetuosos, igual que en familia. ¡De allí que algunos vienen a trabajar incluso cuando tienen fiebre!”. 

“Nuestros clientes se parecen a nosotros”, dice Salvatore, y Teresa añade: “Nosotros nos encariñamos fácilmente: las cosas bonitas siempre son más que las malas”. 

Entre primeras, segundas y terceras generaciones, la familia ya cuenta con cuarenta personas más o menos. Los hijos tomaron distintos caminos (alguien estudió derecho, otros filosofía), pero cuando el restaurante les necesita, todos regresan para ayudar.

Natascia, hija de Teresa, nacida y crecida en el barrio, añade que los esfuerzos siempre se recompensan por parte de quien hace años regresa para disfrutar un poco de esta casa. 

Nos preguntamos cómo es posible no discutir trabajando en una familia tan numerosa. Teresa, otra vez, nos contesta: “Peleamos, por supuesto. Pero luego nos tomamos un café y hacemos la paz”. 

[Horarios

Mie: 12 -15 | 19-00

Cerrado el martes

 


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“¡Por favor, deténgase un rato! Vamos a preparar espaguetis ajo y aceite”. 

En compañía del Distretto Urbano del Commercio encontramos a Salvatore y Teresa Ferrara, los amos del Restaurante Pizzeria Vesuvio, un local histórico fundado hace casi cincuenta años en el Borgo d’Oro de Bérgamo.  

Dos horas después de palabras, cuentos y recetas, lo mejor ha pasado frente a un plato de espaguetis de sabor genuino.  

La mesa es el lugar donde Salvatore se encuentra más a gusto: aquí su cuento se hace más intenso y más personal. Habla despacio y con garbo, escucha con atención y sonríe solamente con la mirada, mientras que su vivaz mujer Teresa, llevando un precioso vestido amarillo, sigue trabajando acercándose de vez en cuando para comprobar que todo esté bien y haciendo algún chiste. 

El restaurante abrió en 1970 por la propuesta del padre Giovanni y con el empuje fundamental de la madre Filomena. “Solo quiero comprarme una casa bonita”. Este era su deseo, para ella y para sus seis hijos. 

Se marcharon de Tramonti - pueblo de la Cuesta de Amalfi en provincia de Salerno - para mudarse a Bérgamo y montar un nuevo negocio, sin ninguna experiencia, solamente con la seguridad de poder confiar en el trabajo de sus hijos. 

Al preguntarles qué pensaban de eso, Teresa sonríe y nos contesta: “Nos rendimos”. Rendirse, en su manera de ver las cosas, conlleva un salto de fe extraordinario e instintivo hacia la vida.  

Desde el primer día en Bérgamo queda claro que la señora Filomena es la verdadera empresaria de la familia. Salvatore añade: “Sin embargo papá siempre estaba presente y su mirada bastaba con hacernos respetar las reglas”. 

Todos los acontecimientos de su vida han tenido lugar en el restaurante: aquí prendieron con sus errores, conocieron sus compañeros de vida, porque - en las palabras de Teresa - “en el Vesuvio uno se compromete a domicilio”. 

El restaurante Vesuvio propone sobre todo una comida mediterránea con recetas de pescado y tradicionales. Y la pizza napolitana, por supuesto. De hecho, los pizzeros de Tramonti la exportaron al norte de Italia después de los años cincuenta, emigrando en masa para encontrar su fortuna. 

En Tramonti la tradición de la pizza es muy remota y está relacionada con la producción del pan en los hornos domésticos. Con la misma masa, elaborada originariamente con harina de cereales, se preparaba una especie de bizcocho. 

Posteriormente se empezó a sazonarla con tomate, orégano y anchoas para comerla en la panadería, bien caliente. 

Alfoso, hermano de Salvador, Teresa y Luigia (ella también trabaja en el restaurante), ha dedicado la mayoría de su vida en la elaboración del pan, que sigue preparando cada día en el restaurante. Teresa comenta: “Al comienzo utilizaba una caja del agua como escalón, porque no llegaba a la altura del banco”. 

Salvatore nos explica que la primera innovación en Bérgamo fue reemplazar la mantequilla con el aceite de oliva, y que hoy lo más destacado y típico del restaurante es el uso de materias primas de altísima calidad, elaboradas según las recetas tradicionales.  

Sin embargo, los ingredientes mágicos pertenecen al mundo del corazón: “Todos trabajamos intensamente, con amor, con respeto y amabilidad. Si te portas bien, se te perdona todo”. 

“Tenemos dependientes de distintos países y culturas, a todos pedimos ser puntuales y respetuosos, igual que en familia. ¡De allí que algunos vienen a trabajar incluso cuando tienen fiebre!”. 

“Nuestros clientes se parecen a nosotros”, dice Salvatore, y Teresa añade: “Nosotros nos encariñamos fácilmente: las cosas bonitas siempre son más que las malas”. 

Entre primeras, segundas y terceras generaciones, la familia ya cuenta con cuarenta personas más o menos. Los hijos tomaron distintos caminos (alguien estudió derecho, otros filosofía), pero cuando el restaurante les necesita, todos regresan para ayudar.

Natascia, hija de Teresa, nacida y crecida en el barrio, añade que los esfuerzos siempre se recompensan por parte de quien hace años regresa para disfrutar un poco de esta casa. 

Nos preguntamos cómo es posible no discutir trabajando en una familia tan numerosa. Teresa, otra vez, nos contesta: “Peleamos, por supuesto. Pero luego nos tomamos un café y hacemos la paz”. 

[Horarios

Mie: 12 -15 | 19-00

Cerrado el martes