Templo de Santo Tomè

Templo de Santo Tomè

Descripción

San Tomè aparece en la línea de la llanura como un miraje. Una estrecha calle escondida entre los arboles fomenta la impresión de que estamos viajando hacia un tiempo muy lejano, lleno de peregrinajes, guerras santas, caballeros valiosos y leyendas misteriosas.
Con su inconfundible plan redondo, el edificio probablemente se inspira al templo del Sancto Sepulcro de Jerusalén, donde se piensa que Cristo fue sepultado. Su construcción definitiva, de hecho, se remonta a la Edad Media, cuando peregrinos, cruzados, místicos, heréticos y simples fieles soñaban o bien visitaban la Tierra Santa.
Nada màs entrar en la iglesia la atmosfera se hace única y rarificada: bordados de luces y sombras aparecen en las paredes y en el suelo, mientras que las columnas marcan el espacio, altas y majestuosas en la nave, sutiles en el matroneo. La magia aumenta durante los equinoccios, cuando un rayo de luz atraviesa la rotonda y golpea el tabernáculo del altar, creando un espectáculo evocando rituales antiguos y simbologías sacras.


El hecho de ser un lugar tan apartado hace pensar que, en un pasado antiguo, una necrópolis existiera en este sitio; no hay noticias ciertas sobre su construcción, pero probablemente el edificio original nació nada menos que en el Siglo X.

Poco antes del XII, sin embargo, las guerras y el abandono lo convirtieron en una especie de ruina, de manera que el obispo de Bérgamo decidió volver a construirlo “ex novo”, manteniendo sólo las bases del antiguo templo.

Hoy San Tomè puede admirarse en toda su belleza original: una iglesia pequeña, hecha de piedras toscas y dividida en tres partes: nave, tiburio y linterna. Pueden identificarse las características típicas del arquitectura románica: sencillez, referencias a los ciclos solares de las temporadas para uniformar la vida de los hombres y la naturaleza, rechazo del derroche. Por ejemplo, los capiteles de las columnas son todos distintos y son reutilizados, o sea reciclados por otros edificios pre-existentes.

Se notan restos de frescos en las paredes: una Madonna y el Niño entronizados, en el lado izquierdo con respecto a la entrada, y también una Anunciación en el matroneo. Por eso puede suponerse que las paredes solían estar decoradas con hermosas pinturas.

En los portales de la entrada se hallan unos bajorrelieves: uno representa un hombre empuñando una lanza, San Tomas. En las paredes exteriores asoman unos semi-pillares de plan rectangular, las pilastras, que aligeran la estructura. El ábside se encuentra cerca de un espolón de roca con vistas a un arroyo.

El lado de San Tomè había un pequeño monasterio, que fue convertido en granja. Una reciente obra de restauración permitió recuperarlo y ahora acoge un centro de investigación llamado “Antenna Europea del Romanico”, sede de conferencias, exposiciones y eventos.

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San Tomè aparece en la línea de la llanura como un miraje. Una estrecha calle escondida entre los arboles fomenta la impresión de que estamos viajando hacia un tiempo muy lejano, lleno de peregrinajes, guerras santas, caballeros valiosos y leyendas misteriosas.
Con su inconfundible plan redondo, el edificio probablemente se inspira al templo del Sancto Sepulcro de Jerusalén, donde se piensa que Cristo fue sepultado. Su construcción definitiva, de hecho, se remonta a la Edad Media, cuando peregrinos, cruzados, místicos, heréticos y simples fieles soñaban o bien visitaban la Tierra Santa.
Nada màs entrar en la iglesia la atmosfera se hace única y rarificada: bordados de luces y sombras aparecen en las paredes y en el suelo, mientras que las columnas marcan el espacio, altas y majestuosas en la nave, sutiles en el matroneo. La magia aumenta durante los equinoccios, cuando un rayo de luz atraviesa la rotonda y golpea el tabernáculo del altar, creando un espectáculo evocando rituales antiguos y simbologías sacras.


El hecho de ser un lugar tan apartado hace pensar que, en un pasado antiguo, una necrópolis existiera en este sitio; no hay noticias ciertas sobre su construcción, pero probablemente el edificio original nació nada menos que en el Siglo X.

Poco antes del XII, sin embargo, las guerras y el abandono lo convirtieron en una especie de ruina, de manera que el obispo de Bérgamo decidió volver a construirlo “ex novo”, manteniendo sólo las bases del antiguo templo.

Hoy San Tomè puede admirarse en toda su belleza original: una iglesia pequeña, hecha de piedras toscas y dividida en tres partes: nave, tiburio y linterna. Pueden identificarse las características típicas del arquitectura románica: sencillez, referencias a los ciclos solares de las temporadas para uniformar la vida de los hombres y la naturaleza, rechazo del derroche. Por ejemplo, los capiteles de las columnas son todos distintos y son reutilizados, o sea reciclados por otros edificios pre-existentes.

Se notan restos de frescos en las paredes: una Madonna y el Niño entronizados, en el lado izquierdo con respecto a la entrada, y también una Anunciación en el matroneo. Por eso puede suponerse que las paredes solían estar decoradas con hermosas pinturas.

En los portales de la entrada se hallan unos bajorrelieves: uno representa un hombre empuñando una lanza, San Tomas. En las paredes exteriores asoman unos semi-pillares de plan rectangular, las pilastras, que aligeran la estructura. El ábside se encuentra cerca de un espolón de roca con vistas a un arroyo.

El lado de San Tomè había un pequeño monasterio, que fue convertido en granja. Una reciente obra de restauración permitió recuperarlo y ahora acoge un centro de investigación llamado “Antenna Europea del Romanico”, sede de conferencias, exposiciones y eventos.