Ristorante - Pizzeria Marechiaro

Ristorante - Pizzeria Marechiaro

Descripción

Hay una ventanilla asomándose al mar. En el alféizar se encuentra un clavel rojo. 

En Nápoles, todo el amor está en Marechiaro, dónde desde Posillipo se admira el sol que se refleja en el mar, y como dice la canción, incluso los peces hacen el amor. 

Este es el deseo del restaurante-Pizzería Marechiaro, en Borgo Palazzo desde el año 1985: que sus huéspedes se quieran incluso aquí, entre las mesas, los “scialatielli” y una pizza con mariscos.  

 En compañía del Distretto Urbano Cittadino encontramos a Antonio Giordano, el fundador del restaurante, que en los años Ochenta llegó a Bérgamo por razones de negocios y se encontró con un restaurante para gestionar sin saber cómo hacer. 

“Tampoco sabía si el tenedor está a la izquierda o a la derecha”, comenta. 

Hasta aquel momento, Antonio había trabajado primero como campesino en la rica tierra de Tramonti, en la provincia de Salerno, luego hizo el fontanero, el electricista y por fin el contratista. Por él, la comida siempre había sido algo privado, de familia, de aquella “pizza de la abuela” elaborada con pan bizcochado y sazonada con tomate, que durante los años Cincuenta fue la fortuna de los “pizzaioli” de Tramonti en todo el Norte de Italia.  

Al mencionar sus comienzos Antonio jadea. Le hubiera gustado seguir en el mundo de las construcciones, pero casualmente se le ocurrió esto, y él - con paciencia - empezó a aprender.  

“Haga lo que haga, yo quiero entenderlo” nos explica Antonio. Luego nos cuenta cómo entró en la cocina y definió la “línea” de trabajo: la gestión del espacio, de los productos, de las personas, y la filosofía del restaurante también. 

Domenico, el hijo de Antonio y actual amo del restaurante, se sienta a su lado y lo escucha en silencio, sonriendo a menudo, con una luz en la mirada. Agrega: “Este lugar ya guardaba una vocación para dar de comer”. En el siglo XIII el edificio era la sede de un pequeño hospital gestionado por los frailes y dedicado a San Antonio in Foris. En el exterior, debajo de un soportal donde hoy se sitúa el comedor mayor del restaurante, los frailes solían dejar alguna comida y lo que servia para calentarla. 

De allí que hoy la atmósfera de Marechiaro es muy informal y familiar, con intención, “genuina, igual que la gente del Borgo que nos acogió”. Por los dos, no se discute sobre la identidad de este lugar: es una identidad clara, firme, sin concesiones. “Hace años, durante la crisis, decidimos no seguir las modas y permanecer verdaderos con nosotros mismos. Las herramientas si pueden cambiar, pero nuestras ideas no.”  

Una de las seguridades de Antonio es la masa de la pizza, a la cual se ha dedicado con obstinación desde cuando le dijeron que tenía que comer menos. “Me dijo: ¿cómo puedo digerir mejor este almidón?”. Una vez más, trató encontrar una solución y lo consiguió:  harina tipo 1 y cuarenta y ocho horas de fermento. 

Si por Antonio el trabajo representa sobre todo el tiempo de entender, por Domenico es la gestión del caos. “Me gusta manejar el estrés y los imprevistos. Es un reto constante. Me llaman El Hombre de Urgencias”. 

Padre y hijo son guapos, se toman el pelo, se respetan y ríen juntos contándose cosas. 

Parece que a Antonio le gusta burlarse de los jóvenes empleados con pedidos absurdos. “Por favor, ¿puedes colocar estas tazas de café? Las con el asa a la izquierda están allí, las con el asa a la derecha están por allá.” o bien “¿Podrías ir a coger un cubo de corriente en el sótano?”. Domenico se pone una mano en la frente y hecha a reír: él también empezó a trabajar con su papá cuando era muy joven. Por el restaurante ha pasado también la mujer Maria Pia y las hijas Sonia y Filomena. La última es capaz de preparar pizzas excelentes, a veces cien pizzas durante una sola noche de trabajo. 

Pero, al fin y al cabo, según Antonio “La comida es fantasía”.

 


Cerca del supermercado PAM.

Continuar

Hay una ventanilla asomándose al mar. En el alféizar se encuentra un clavel rojo. 

En Nápoles, todo el amor está en Marechiaro, dónde desde Posillipo se admira el sol que se refleja en el mar, y como dice la canción, incluso los peces hacen el amor. 

Este es el deseo del restaurante-Pizzería Marechiaro, en Borgo Palazzo desde el año 1985: que sus huéspedes se quieran incluso aquí, entre las mesas, los “scialatielli” y una pizza con mariscos.  

 En compañía del Distretto Urbano Cittadino encontramos a Antonio Giordano, el fundador del restaurante, que en los años Ochenta llegó a Bérgamo por razones de negocios y se encontró con un restaurante para gestionar sin saber cómo hacer. 

“Tampoco sabía si el tenedor está a la izquierda o a la derecha”, comenta. 

Hasta aquel momento, Antonio había trabajado primero como campesino en la rica tierra de Tramonti, en la provincia de Salerno, luego hizo el fontanero, el electricista y por fin el contratista. Por él, la comida siempre había sido algo privado, de familia, de aquella “pizza de la abuela” elaborada con pan bizcochado y sazonada con tomate, que durante los años Cincuenta fue la fortuna de los “pizzaioli” de Tramonti en todo el Norte de Italia.  

Al mencionar sus comienzos Antonio jadea. Le hubiera gustado seguir en el mundo de las construcciones, pero casualmente se le ocurrió esto, y él - con paciencia - empezó a aprender.  

“Haga lo que haga, yo quiero entenderlo” nos explica Antonio. Luego nos cuenta cómo entró en la cocina y definió la “línea” de trabajo: la gestión del espacio, de los productos, de las personas, y la filosofía del restaurante también. 

Domenico, el hijo de Antonio y actual amo del restaurante, se sienta a su lado y lo escucha en silencio, sonriendo a menudo, con una luz en la mirada. Agrega: “Este lugar ya guardaba una vocación para dar de comer”. En el siglo XIII el edificio era la sede de un pequeño hospital gestionado por los frailes y dedicado a San Antonio in Foris. En el exterior, debajo de un soportal donde hoy se sitúa el comedor mayor del restaurante, los frailes solían dejar alguna comida y lo que servia para calentarla. 

De allí que hoy la atmósfera de Marechiaro es muy informal y familiar, con intención, “genuina, igual que la gente del Borgo que nos acogió”. Por los dos, no se discute sobre la identidad de este lugar: es una identidad clara, firme, sin concesiones. “Hace años, durante la crisis, decidimos no seguir las modas y permanecer verdaderos con nosotros mismos. Las herramientas si pueden cambiar, pero nuestras ideas no.”  

Una de las seguridades de Antonio es la masa de la pizza, a la cual se ha dedicado con obstinación desde cuando le dijeron que tenía que comer menos. “Me dijo: ¿cómo puedo digerir mejor este almidón?”. Una vez más, trató encontrar una solución y lo consiguió:  harina tipo 1 y cuarenta y ocho horas de fermento. 

Si por Antonio el trabajo representa sobre todo el tiempo de entender, por Domenico es la gestión del caos. “Me gusta manejar el estrés y los imprevistos. Es un reto constante. Me llaman El Hombre de Urgencias”. 

Padre y hijo son guapos, se toman el pelo, se respetan y ríen juntos contándose cosas. 

Parece que a Antonio le gusta burlarse de los jóvenes empleados con pedidos absurdos. “Por favor, ¿puedes colocar estas tazas de café? Las con el asa a la izquierda están allí, las con el asa a la derecha están por allá.” o bien “¿Podrías ir a coger un cubo de corriente en el sótano?”. Domenico se pone una mano en la frente y hecha a reír: él también empezó a trabajar con su papá cuando era muy joven. Por el restaurante ha pasado también la mujer Maria Pia y las hijas Sonia y Filomena. La última es capaz de preparar pizzas excelentes, a veces cien pizzas durante una sola noche de trabajo. 

Pero, al fin y al cabo, según Antonio “La comida es fantasía”.

 


Cerca del supermercado PAM.