PASTICCERIA CAMPONUOVO

PASTICCERIA CAMPONUOVO

Descripción

La bollería del barrio, un lugar histórico y muy típico. Lo más importante aquí es la calidad: el escaparate de esta pastelería es muy rico e invitante. Entre pastelitos, pasteles, postres y croissant, es dificil escoger. Encontramos a Mario Camponuovo, el amo histórico de esta actividad, junto con el Distretto Urbano del Commercio. Esta es su historia.

“Mario Camponuovo es un hombre elegante, decidido y muy organizado. Lo encontramos para tomar un café en la histórica Pasticceria Camponuovo de Borgo Santa Caterina (local que hoy maneja La Marianna).

Llega a nuestra cita llevando una carpeta dónde puso con precisión todos los papeles relativos a las varias iniciativas que los comerciantes del barrio han realizado durante los últimos años.

Nos sentamos en el local recién renovado, donde todavía se puede admirar el viejo horno que su padre y él han utilizado durante tantos años. Un recuerdo, por supuesto, pero también un auspicio para el futuro.

Sin embargo, sobre la pastelería que lleva su apellido - laque su padre abrió a finales de los años cuarenta - no nos dice mucho. Le interesa más hablar sobre “su” barrio, donde ha crecido y ha trabajado durante toda su vida.  

Mario tenía nueve años cuando hacía las entregas por su padre, utilizando una furgoneta sin placa y - muy a menudo - haciendo “correr los guardias” con sus fugas.  

Le daba mucho gusto, sobre todo cuando los policías lo decían todo a su padre, que contestaba con astucia: “Sì sì sé quien es; era un obrero mio, pero lo eché”.

El Señor Giovanni Camponuovo, su padre, seguramente era un hombre muy inteligente y astuto: se dice que construyó’ su primer horno a partir de la chapa abarquillada de un avión caído cerca de la Fara durante la guerra. “¡Era perfecto - agrega Mario - y mantenía muy bien la cocción!

Los años de la posguerra fueron llenos de vida y dinamismo. El “Borgo d’Oro” solía acoger a los comerciantes por sus negocios ofreciendo nada menos que seis hosterías, aparte del Albergo dell’Angelo, frecuentado incluso por personajes del mundo del espectáculo como Tognazzi y Celentano.

Los comerciantes del barrio querían trabajar juntos para ofrecer a los visitantes sus hospitalidad y los mejores productos también. La bollería Camponuovo fue entre los promotores de la primera asociación uniendo a los pasteleros de la ciudad: la ambición de este proyecto era mejorar la calidad de los productos de todos, a partir de la selección de las materias primas y de los métodos de elaboración. Se hacía formación también para que todos pudieran trabajar bien.  

Mario tiene muy buena memoria y las ideas bien claras: no utiliza la palabra “comerciantes”, sino “negociantes”. Estos destacan, en su opinión, por realizar sus profesión “amando el lugar dónde se encuentran y cuidándolo personalmente. Son los que conocen sus derechos y sus deberes y que se comprometen personalmente barriendo la calle frente a sus tiendas, sin esperar que lo haga otra persona.”

Luego, con orgullo, añade: “Hace treinta y cinco años, cuando empezamos a crear el primer grupo de negociantes, teníamos bien claro que si hubiéramos trabajado juntos para que el barrio fuera más vivible y más hermoso, todo el mundo hubiera sacado provecho de esto.”

De esta manera empezaron, por primeros, a comprar las luces de Navidad juntos, luego a organizar dos eventos importantes como la fiesta de Santa Lucia y el Carnaval.

La idea era muy sencilla: hacer las cosas con amor, compartiendo la belleza con todos. La gente habría llegado precisamente gracias a esto y allí hubiera también gastado dinero con sus compras.

Pero había algo más también: las ganas auténticas de hacer algo bueno aparte de su profesión. Por esto organizaron también los primeros eventos para recaudar fondos destinados a proyectos sociales o emergencias ( el caso del sismo de Irpinia de 1980) o actividades de sensibilización en los institutos del barrio.

En los años Noventa, por ejemplo, crearon el Proyecto Negozio Amico (“Tienda Amiga”) en colaboración con la asociación Confesercenti para informar los niños sobre la posibilidad, en caso de necesidad, de entrar en las tiendas para telefonear a casa, beber un vaso de agua o sentirse más seguros.

Había que informar las familias y los niños sobre la disponibilidad de las tiendas participantes (indicadas con una pegatina para vidrio diseñada por los niños) para ser lugares acogedores con personas de confianza con las cuales era posible hablar con tranquilidad.

Era una idea sencilla y de buena vecindad, reconociendo el papel social y no solo comercial de los comerciantes, activos y presentes por el territorio e incluso responsables - parcialmente - de la seguridad y del decoro del barrio. El señor Mario describe su actividad y su vida en el barrio sin nunca separar lo que hizo con su trabajo, su tiempo libre y su actividad de voluntariado.  

Todo forma parte del mismo relato, del mismo hombre, de quien ha disfrutado su tiempo por completo, siempre poniendo en circulación generosidad y saber hacer.

Luego, de repente, nos saluda con una gran sonrisa y se marcha: lo esperan los Alpinos para organizar la próxima cena de la comunidad con polenta y caseola.  

No es por casualidad que los nuevos dueños del local dejaron el antiguo letrero “Pasticceria Camponuovo”: un tributo al trabajo hecho para toda la comunidad.

 

 


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La bollería del barrio, un lugar histórico y muy típico. Lo más importante aquí es la calidad: el escaparate de esta pastelería es muy rico e invitante. Entre pastelitos, pasteles, postres y croissant, es dificil escoger. Encontramos a Mario Camponuovo, el amo histórico de esta actividad, junto con el Distretto Urbano del Commercio. Esta es su historia.

“Mario Camponuovo es un hombre elegante, decidido y muy organizado. Lo encontramos para tomar un café en la histórica Pasticceria Camponuovo de Borgo Santa Caterina (local que hoy maneja La Marianna).

Llega a nuestra cita llevando una carpeta dónde puso con precisión todos los papeles relativos a las varias iniciativas que los comerciantes del barrio han realizado durante los últimos años.

Nos sentamos en el local recién renovado, donde todavía se puede admirar el viejo horno que su padre y él han utilizado durante tantos años. Un recuerdo, por supuesto, pero también un auspicio para el futuro.

Sin embargo, sobre la pastelería que lleva su apellido - laque su padre abrió a finales de los años cuarenta - no nos dice mucho. Le interesa más hablar sobre “su” barrio, donde ha crecido y ha trabajado durante toda su vida.  

Mario tenía nueve años cuando hacía las entregas por su padre, utilizando una furgoneta sin placa y - muy a menudo - haciendo “correr los guardias” con sus fugas.  

Le daba mucho gusto, sobre todo cuando los policías lo decían todo a su padre, que contestaba con astucia: “Sì sì sé quien es; era un obrero mio, pero lo eché”.

El Señor Giovanni Camponuovo, su padre, seguramente era un hombre muy inteligente y astuto: se dice que construyó’ su primer horno a partir de la chapa abarquillada de un avión caído cerca de la Fara durante la guerra. “¡Era perfecto - agrega Mario - y mantenía muy bien la cocción!

Los años de la posguerra fueron llenos de vida y dinamismo. El “Borgo d’Oro” solía acoger a los comerciantes por sus negocios ofreciendo nada menos que seis hosterías, aparte del Albergo dell’Angelo, frecuentado incluso por personajes del mundo del espectáculo como Tognazzi y Celentano.

Los comerciantes del barrio querían trabajar juntos para ofrecer a los visitantes sus hospitalidad y los mejores productos también. La bollería Camponuovo fue entre los promotores de la primera asociación uniendo a los pasteleros de la ciudad: la ambición de este proyecto era mejorar la calidad de los productos de todos, a partir de la selección de las materias primas y de los métodos de elaboración. Se hacía formación también para que todos pudieran trabajar bien.  

Mario tiene muy buena memoria y las ideas bien claras: no utiliza la palabra “comerciantes”, sino “negociantes”. Estos destacan, en su opinión, por realizar sus profesión “amando el lugar dónde se encuentran y cuidándolo personalmente. Son los que conocen sus derechos y sus deberes y que se comprometen personalmente barriendo la calle frente a sus tiendas, sin esperar que lo haga otra persona.”

Luego, con orgullo, añade: “Hace treinta y cinco años, cuando empezamos a crear el primer grupo de negociantes, teníamos bien claro que si hubiéramos trabajado juntos para que el barrio fuera más vivible y más hermoso, todo el mundo hubiera sacado provecho de esto.”

De esta manera empezaron, por primeros, a comprar las luces de Navidad juntos, luego a organizar dos eventos importantes como la fiesta de Santa Lucia y el Carnaval.

La idea era muy sencilla: hacer las cosas con amor, compartiendo la belleza con todos. La gente habría llegado precisamente gracias a esto y allí hubiera también gastado dinero con sus compras.

Pero había algo más también: las ganas auténticas de hacer algo bueno aparte de su profesión. Por esto organizaron también los primeros eventos para recaudar fondos destinados a proyectos sociales o emergencias ( el caso del sismo de Irpinia de 1980) o actividades de sensibilización en los institutos del barrio.

En los años Noventa, por ejemplo, crearon el Proyecto Negozio Amico (“Tienda Amiga”) en colaboración con la asociación Confesercenti para informar los niños sobre la posibilidad, en caso de necesidad, de entrar en las tiendas para telefonear a casa, beber un vaso de agua o sentirse más seguros.

Había que informar las familias y los niños sobre la disponibilidad de las tiendas participantes (indicadas con una pegatina para vidrio diseñada por los niños) para ser lugares acogedores con personas de confianza con las cuales era posible hablar con tranquilidad.

Era una idea sencilla y de buena vecindad, reconociendo el papel social y no solo comercial de los comerciantes, activos y presentes por el territorio e incluso responsables - parcialmente - de la seguridad y del decoro del barrio. El señor Mario describe su actividad y su vida en el barrio sin nunca separar lo que hizo con su trabajo, su tiempo libre y su actividad de voluntariado.  

Todo forma parte del mismo relato, del mismo hombre, de quien ha disfrutado su tiempo por completo, siempre poniendo en circulación generosidad y saber hacer.

Luego, de repente, nos saluda con una gran sonrisa y se marcha: lo esperan los Alpinos para organizar la próxima cena de la comunidad con polenta y caseola.  

No es por casualidad que los nuevos dueños del local dejaron el antiguo letrero “Pasticceria Camponuovo”: un tributo al trabajo hecho para toda la comunidad.